“Valgo más con mis cuarenta, que unos dos o tres de a veinte”, con esa entrada triunfal apareció muchos fines de semana, repetía el estribillo de una canción que hacía su himno de guerra, su forma de comprar o simular juventud ante quienes le pedían que se estuviera quieto.

Hombre obstinado, caprichoso, terco como pocos, no le gustaba fallar o que la gente presumiera no podría con alguna tarea, llegaba el atardecer, anochecer, amanecer y atardecer de nuevo pero no se despegaba de una faena si era necesario, “como va a poder más está chingadera que yo”, se le escuchaba rumorar o gritar según fuera el caso.

A estas fechas tendría unos 85 años y, si aquí anduviera, creo que seguiría así, terco como pocos y cantando que valía más con sus cuarenta que unos dos o tres de a veinte aun cuando ya hubiera doblado la primera cifra.

Fue un hombre del cual sentirse orgulloso, como no estarlo si aún haciéndose viejo demostraba que había dos cosas en las que no podías fallar, en el trabajo o en la imagen que reflejas a los tuyos.

Contar su historia sería imposible en tan pocas líneas que está vez son preámbulo para hablar del gabinete de Andrés Manuel López Obrador, de la gran cantidad de años que tienen casi todos y todas los que le acompañaran a ejercer el poder durante seis años.

Parece que al nuevo presidente de la República se olvidaron los jóvenes y se alejó de los muchachos que empujan con mucha fuerza e irrumpían todo en busca de oportunidades, de espacios donde demostrar su valía.

Por qué no, tal vez tiene a los jóvenes más presentes que nunca y AMLO quiere predicar con los ejemplos, con hombres y mujeres que se envejecieron en el servicio público, el problema es que, si bien todos cuentan con amplia trayectoria y conocimientos en la política, pocos pueden presumir un pasado decente, sin mancha, ya por lo menos, sin que se sospeche algo de ellos o ellas.

Peor el caso, la mayoría son hombres y mujeres que entre ellos han tenido desencuentros que parecen insalvables, por ejemplo, Tatiana Clouthier con Manuel Bartlet, ella es hija de El Maquio, de aquel panista que en 1988 acusó a Bartlet, de haber provocado una caída del sistema electoral y ser el maestro y ejecutor del fraude más grande en la historia política de México, de aquella elección en la que impusieron a Carlos Salinas de Gortarí como presidente de la República, hoy ambos personajes conservan sus odios mutuos.

Vaya, es muy humano conservar rencores, lo que no se vale es que los mismos pongan en riesgo la buena marcha del país.

Mire de lo que le hablo, Tatiana será Subsecretaria de Gobernación mientras que Bartlet parece que contra viento y marea se sostendrá como Director de la Comisión Federal de Electricidad, obvio que no es nada halagador que viejos rencores puedan derivar en crisis para el país cuando ambos se tengan que encontrar para afinar proyectos políticos o relativos a sus dependencias.

No son el único caso, en el gabinete abundan hombres y mujeres que fueron muy cercanos a Vicente Fox y a Felipe Calderón  pero más los cercanos a Ernesto Zedillo, es decir, se va a gobernar con una mezcolanza de ideologías o proyectos que en nada se parecen, que están peleados unos con otros y eso si preocupa.

Pero le decía en la introducción, todos ellos, hombres y mujeres que vendrán en el futuro gabinete, han sido sometidos a diferentes pruebas, es obvio que han cambiado porque de lo contrario, para seguir el ejemplo, Tatiana seguiría siendo una muñeca vestida de azul y el viejo Bartlet un recalcitrante priísta capaz de sacrificar a México para cumplir los caprichos del sistema tricolor.

Con todo y ello eso es lo que preocupa, su formación, sus ideologías, sus desencuentros, pero no la edad, me regreso y como parte de aquella vieja canción, muchos valdrán “más con sus cuarenta que unos dos o tres de a veinte” o como dice el viejo y conocido refrán, viejos los cerros y reverdecen.

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