viernes 20 de septiembre de 2024, Ciudad Victoria, Tamaulipas

Malestar militar

Por Crónica Digital MX
agosto 27, 2019

La disciplina militar es implacable. Una orden de un mando castrense hacia un subordinado, sea de la jerarquía que sea, se cumple a rajatabla, incluso, dando la vida misma.
En el Ejército y en la Marina, el jefe supremo no es el secretario de la defensa, sino el presidente de la República; si este ordena matar, se mata; si ordena no disparar, no se dispara. En  ninguna otra autoridad, ni en la religiosa, se acata tanto la regla del mando como en la milicia.
Esto sin embargo, no quiere decir que quien recibe la orden esté de acuerdo en aceptarla.
En los últimos años, en México, muchos mandos militares, incluso soldados rasos, han confesado que no están de acuerdo con las órdenes que les dan, pero por disciplina, tienen que acatarlas.
En 1968, cuando ocurrió la matanza de estudiantes en Tlatelolco, en la plaza de las Tres Culturas,
la orden de disparar contra ellos, no fue del secretario de la Defensa Nacional, Marcelino García Barragán, sino del presidente Gustavo Diaz Ordaz, que era el jefe supremo del Ejercito, y así está juzgado por la historia.
En 1994, cuando el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional se alzó contra el gobierno y que cobró muchas vidas de indígenas, los primeros 11 días de enero de ese año, la orden de atacar fue dada por el entonces presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, quien al ver la masacre que estaban cometiendo, también ordenó un alto al fuego.
En 11 de diciembre del 2006, Felipe Calderon, ordenó al ejército salir a las calles y combatir a los narcos, con consecuencias fatales para la sociedad mexicana hasta nuestros días.
El General Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa de Enrique Peña Nieto, lo dijo siempre en público y en privado que el Ejército no debería estar en las calles, pero si el presidente lo ordena, ¿qué se le va hacer?.
«El Ejército no está destinado para las labores que hoy hace. Ninguno de los que tenemos responsabilidad en mandos en la institución, nos preparamos para hacer funciones de policía, no lo hacemos, no lo pedimos, no nos sentimos a gusto, no estamos cómodos con la función. Hoy lo reitero, pero también digo que estamos conscientes que si no lo hacemos nosotros, no hay quién lo haga en este momento, y es una orden que tenemos del Presidente», así lo declaró en marzo del 2016, en una entrevista concedida al portal SinEmbargo y al periódico potosino Pulso.
Hasta el 1 de diciembre del 2018, contra su voluntad y de una forma anticonstitucional, los militares combatían y mataban narcos; había tolerancia cero para los delincuentes. También se violaban los derechos humanos de una forma flagrante, pero bien que mal, los carteles le temían a los militares.
Después del 1 de diciembre las reglas del juego en el ejército cambiaron en su perjuicio. Por órdenes del comandante supremo, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, los militares tienen la orden de no disparar contra los delincuentes, mucho menos violar sus derechos humanos. Desde entonces, el ejercito debe aguantar metralla, sufrir humillaciones, golpes y amenazas.
En las redes sociales y la prensa, están las evidencias de como los grupos delictivos pagan a grupos a su servicio para que maltraten a compañías completas del Ejército. La institución más respetada por la sociedad, junto con la iglesia, hoy es mancillada, vejada y humillada sin meter las manos para evitar las agresiones, porque así se lo ha ordenado el Comandante Supremo, Andrés Manuel López Obrador. Deben atender la consigna bíblica: «si les pegan en una mejilla, pongan la otra». Esa es la orden.
¿Pero hasta dónde va a llegar la tolerancia?, preguntan los soldados rasos, y todos los mandos militares, incluido el mismo General Sandoval, secretario de la Defensa que a decir de algunos subordinados a empezado a manifestar su desacuerdo con esta estrategia humillante.
Hay enojo y mucho malestar en todas las fuerzas castrenses. Recientemente un soldado destacamentado en Tamaulipas subió a las redes sociales un mensaje de protesta por la forma como está manejándose la lucha contra la delincuencia. Habla de como el honor del soldado ha sido maltratado por la delincuencia en esta lucha, en la que dice, la van perdiendo porque la estrategia es blanda y tibia; y contra el crimen, no se puede actur así, reprocha.
Las humillaciones al ejército, por tanto, deben frenarse. No puede ser posible que una de las instituciones con más credibilidad en el país, esté sometida y maltratada, tanto por la delincuencia por su mismo comandante supremo.