viernes 20 de septiembre de 2024, Ciudad Victoria, Tamaulipas

Los migrantes y el dolor ajeno

Por Crónica Digital MX
agosto 2, 2019

Los testigos del asesinato del migrante salvadoreño que fue abatido en Saltillo esté miércoles por un elemento de la Fiscalía Estatal de Coahuila frente a los ojos de su pequeña hija de apenas ocho años, es escalofriante: «no puede seguir ocurriendo esto», sentenció molestó el obispo Raul Vera, en su homilía del jueves por la mañana.
«Los policías le venían disparando a las mujeres y a los niños; les tiraban a matar; por eso, su papá al ver a su hija en peligro, corrió a abrazarla, pero ya no puedo porque una bala disparada por el policía lo mató. Sobre su cuerpo tirado en el pavimento, su hija lo abrazaba llorando», así narran el evento quienes vieron la ejecución del migrante.
Esto se volvió ya una práctica común en estos días y nuestras calles. Otro drama similar reciente que sacudió al mundo fue la muerte del otro padre salvadoreño que murió junto con su hija cuando intentaba cruzar el río Bravo, en Matamoros. La foto del bracito de la niña sobre la espalda de su papá ya sin vida fue tan dramática y conmovedora que hizo llorar a muchos en el mundo.
Los albergues de las casas del Migrante en Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros, Saltillo y Monterrey, están saturados de historias de horror y terror que cuentan los hombres y mujeres que han caminado miles de kilómetros en busca de mejor espacios y oportunidades para vivir.
En sus países hay muerte, hambre, violencia y pobreza, pero también aquí en México la hay.
Sociológicamente el fenómeno migratorio tiene un explicación humana. Las familias se mueven y huyen en busca de un mejor vivir, y se quedan en donde encuentras las condiciones para hacerlo, pero cuando los gobiernos, las instituciones y la perversidad del hombre en el poder quiere darle un uso político al problema de las migraciones, se conoce el verdadero rostro de la maldad.
Dar un uso político a este problema para saciar intereses mezquinos, es abominable. Criminalizarlos y poner el duda la violación de sus derechos humanos, es aborrecible. Opinar y juzgarlos de bote pronto o desde una posición subjetiva, no es ético ni moral. Ellos sólo quieren vivir en paz, por eso arriesgan su vida y las de sus familias; tienen hambre, sed y ganas de trabajar, ¿por qué satanizarlos?, ¿por qué negarles asilo o un pedazo de pan?.
De un gobierno aberrante xenofófico como el que encarna Donald Trump, se entiende, pero de un gobierno como el mexicano que se distinguió desde siempre de estar del lado de los más desprotegidos, no tiene justificación.
Nunca como ahora, México utiliza todas sus instituciones y corporaciones policiacas para perseguir, matar y exterminar a los migrantes. El gobierno se ha convertido en el terror de las migraciones, tanto que ha sido la sociedad civil la que ha tenido que salir a la calle a darle cobijo a estas familias que no están por gusto huyendo de sus lugares de origen.
En México, según el INEGI, las migraciones nacionales crecen todos los días. Dejar el campo y la zona rural para ir a las zonas urbanas en busca de mejores oportunidades laborales, educativas y de bienestar se incrementó en un 300 por ciento en los últimos 10 años. A Nuevo Leon llegan cada año 100 mil personas del interior del país buscando trabajo. En Tamaulipas, en los últimos cinco años, dejaron el Estado más de 50 mil familias huyendo de la violencia. Comparado este fenómeno con los migrantes centroamericanos, no es mucha la diferencia; todos son migrantes.
El ser humano es así por naturaleza: está donde se siente o lo tratan mejor. Así es la historia de los primeros pobladores de este planeta, y quien no conoce la historia, jamás va a entender, ni tendrá la sensibilidad de conmoverse con historias como la de la niña que murió ahogada en el Bravo en los brazos de sus padre, o con la niña de 8 años que este miércoles vio como la policía asesinó a su padre cuando trató de salvarle la vida.
El problema migratorio, no es un tema para deliberaciones políticas, es un asunto de entender el dolor ajeno.