Ciudad Victoria, Tamaulipas a 15 de septiembre de 2025
cdtamaulipas.mx

Los Carmona, Cabeza y la sombra de Erasmo

El anuncio del director jurídico de la Secretaría de Salud sobre el quebranto superior a 343 millones de pesos, provocado entre 2017 y 2018 durante el gobierno de Francisco García Cabeza de Vaca, vuelve a exhibir la podredumbre de aquel sexenio. Los contratos por hasta 500 millones de pesos, entregados a empresas ligadas a los hermanos Carmona, no solo dibujan el saqueo institucional, sino que también reviven viejas y peligrosas conexiones políticas.

Porque detrás de los Carmona no solo aparece el sello panista de Cabeza de Vaca y sus funcionarios de confianza. La historia también cruza con nombres de Morena que, bajo el manto de la 4T, fueron intocables. Uno de ellos: Erasmo González Robledo, hoy alcalde de Ciudad Madero.

Erasmo no era cualquier diputado federal en los tiempos de López Obrador. Con inmunidad procesal, se movía en la esfera del poder y tenía una relación evidente con los Carmona. Y aunque el expediente político nunca se abrió en su contra, las imágenes, las reuniones y los vínculos con aquel empresario asesinado en San Pedro Garza García están en la memoria colectiva.

Hoy, que los números salen a la luz y el quebranto está documentado, la pregunta se vuelve inevitable: ¿qué tan profundo llega la red de complicidades tejida por los Carmona? Porque si bien el golpe apunta a Cabeza de Vaca y sus allegados, las ramificaciones alcanzan a personajes de Morena que han transitado sin rasguños en medio del escándalo.

La corrupción no entiende de colores. Lo mismo se tejió con funcionarios panistas que con políticos morenistas. El dinero de los tamaulipecos fluyó como manantial para alimentar campañas, construir lealtades y comprar silencios.

El caso de los Carmona no solo es un expediente más de desfalco al erario. Es el retrato de un sistema que se alimenta de pactos cruzados, donde un día se viste de azul y al otro de guinda. La deuda política y moral que deja este escándalo sigue pendiente.

Y aquí es donde Morena no puede seguir mirando para otro lado. No basta con exhibir la corrupción del pasado si entre sus filas guarda a políticos que también caminaron al lado de los Carmona. Erasmo González es el ejemplo incómodo de que en la 4T también hubo complicidades, favores y silencios.

Si Morena quiere presentarse como adalid de la transparencia, tendrá que empezar por sacudirse a sus propios fantasmas. Porque lo que hoy parece un golpe a Cabeza de Vaca, mañana puede ser la prueba de que la corrupción se alimentó, también, en casa guinda.

Y que no se equivoque Erasmo: de cara al 2027, la memoria política es implacable. Si insiste en vender la imagen de candidato limpio, tendrá que cargar primero con la sombra de los Carmona. Y esa, en Tamaulipas, es una losa demasiado pesada para levantar en campaña.

Pero hay que repasar con puntualidad lo qué pasó ayer. Las denuncias presentadas por la Secretaría de Salud contra exfuncionarios del cabecismo —y las empresas ligadas a los hermanos Carmona— destapan un quebranto de 343 millones de pesos entre 2017 y 2018. No hablamos de rumores: hay contratos, pagos sin facturas, adjudicaciones directas sin sustento legal y un esquema diseñado para desangrar al sistema de salud.

En la lista de implicados aparecen nombres pesados: Gloria Molina, Horacio García Rojas, Alejandro Aguilar y Román Castillo. Pero el hilo conductor siempre regresa al mismo punto: Cabeza de Vaca, el jefe político que desde Texas se aferra a la narrativa de la persecución, mientras las pruebas lo colocan otra vez en el centro del huracán.

No es casualidad que este escándalo reviva cuando la Auditoría Superior del Estado y la Fiscalía Anticorrupción empiezan a meterle diente al pasado reciente. El cabecismo dejó tras de sí hospitales colapsados, farmacias vacías y deudas millonarias, pero también una red de corrupción que hoy comienza a documentarse con la precisión que antes se evadía.

El caso “Carmona-Salud” es apenas una pieza del rompecabezas. Se habían pactado hasta 500 millones en contratos, pero 157 millones nunca llegaron a destino. Nadie sabe dónde está ese dinero. Lo único claro es que los pacientes jamás lo vieron reflejado en medicinas, infraestructura o atención médica.

Cabeza de Vaca se presenta en Texas como perseguido político, pero en Tamaulipas su nombre es sinónimo de corrupción, de negocios turbios y de un aparato que convirtió la salud en botín. Esa es la herencia que no podrá borrar con discursos ni campañas de victimización.

El Congreso, la Auditoría y la Fiscalía tienen ahora la responsabilidad de no dejar este caso en titulares de coyuntura. El combate a la impunidad exige que las cuentas pendientes del cabecismo no queden congeladas en el archivo.

Porque la corrupción del pasado no es historia: sigue siendo la herida abierta que explica muchas de las carencias que hoy padecen los tamaulipecos. Y esa herida, con nombre y apellido, se llama Francisco García Cabeza de Vaca.