Ciudad Victoria, Tamaulipas a 03 de julio de 2025
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Espionaje, ¿para quienes?

Se encuentra en marcha una reestructuración profunda en las instituciones y sistemas de seguridad, inteligencia y defensa. Misma que tendría dos lecturas.
(1) Para las oposiciones y sectores críticos, el Estado busca un mayor control en aras de concentrar el poder, blindar al partido en el gobierno y apuntalar su condición hegemónica.
(2) A la inversa, quienes tienen el mando argumentan que ese amplio tinglado de reformas buscaría recuperar la soberanía que las organizaciones delictivas han arrebatado a la vida institucional.
Lo interesante es que ambas opciones no son excluyentes y esto aviva la polémica. Pueden, incluso, ser compatibles y hasta cabe pensar que logren las dos cosas. Que siendo el inciso (2) la razón y prioridad de estos cambios, se logre, de paso, el (1).
Lo cierto es que la tecnología presenta riesgos nuevos para la seguridad nacional y hay resistencias de particulares que no se han podido vencer. La delincuencia cibernética florece donde las empresas de telefonía celular operan con extrema manga ancha en la proliferación de usuarios ocultos.
Y además se resisten a dar información sobre los dueños de esas líneas que practican con regularidad la extorsión telefónica, por citar uno de tantos abusos.
REDES TAMBIÉN
Y aunque se escuche duro, lo mismo podríamos decir del anonimato en redes sociales. En Europa y Estados Unidos lo han vivido de distinta manera cuando dichas redes son empleadas por criminales ligados al terrorismo islámico.
En México son criminales a secas, por igual peligrosos. Con cierta fuerza campea en todo el planeta la idea (en ciernes, aún) de identificar a los remitentes de conductas indeseables en el ciberespacio.
Entre otras, el acoso, el linchamiento virtual, la estafa, la suplantación de identidad, el robo de datos sensibles y el uso perverso de información confidencial. También las manifestaciones de fanatismo político y (o) religioso que rayan en conductas criminales. Y, lo peor, sin dar la cara.
En abril pasado, desde la conferencia mañanera, el titular de la Secretaría de Seguridad OMAR GARCÍA HARFUCH, reportó haber desactivado más de 200 cuentas en redes, vinculadas al crimen organizado.
Fruto cabal de tareas realizadas por dicha dependencia en materia de ciberpatrullaje y seguridad digital. Desde luego, falta muchísimo por hacer en este campo. Se diría que caminan en la dirección correcta, pero la travesía apenas empieza.
Si algo abunda en las cárceles de este país son teléfonos móviles, a menudo ajenos a cualquier registro, desde los cuáles se toman decisiones y se transmiten órdenes a cómplices y subordinados extramuros. Amén de amenazar y extorsionar al ciudadano común.
Recuérdese que tras el mortífero hallazgo del rancho “Izaguirre” en Teuchitlán, Jalisco, afloró que muchos de los jóvenes ahí confinados, sujetos a explotación y luego asesinados, habían caído en el engaño de presuntas ofertas de trabajo, con promesas de hospedaje, buena paga y capacitación, a través de la red social #TikTok.
 
SIN CENSURA
Ubicar y perseguir a delincuentes reales, sería prioridad básica en cualquier modelo de inteligencia que se respete. Porque, oiga usted, el acoso legal contra la actriz LAISHA WILKINS solo por añadir un “jajaja” a un tuit de ARISTEGUI noticias, es un despropósito inquisitorial del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
Y ello ocurre en un país donde cualquier día aparece una veintena de cadáveres mutilados y colgados de un puente, sin que sepamos de persecución o castigo a los responsables. Nomás toma nota el forense y punto.
En redes, hay gente que se exhibe con pasamontañas y armas de asalto, amenazan de muerte a comunicadores y autoridades, ofertan estupefacientes o ejercen la prostitución. Pero el TEPJF se espanta por el “jajaja” de WILKINS. Por favor, si en algo debe concentrarse la vigilancia cibernética es en los malandros.
La Unión Europea contempla una propuesta española para poner fin al anonimato en redes sociales. El concepto de fondo se llama IDENTIDAD DIGITAL y no persigue censura alguna.
Tampoco se emplaza para acallar la disidencia, prohibir la crítica o estrechar la pluralidad de ideas. Solo para que los usuarios de redes asuman la responsabilidad de sus contenidos en línea.
CONTRA LOS BOTS
El mismo periodismo profesional se vería beneficiado. Es práctica común que quienes blasfeman en tono vociferante contra la opinión de un comunicador, lo hacen amparados en el anonimato.
Lo cual les otorga una ventaja injusta. Pueden calumniar, insultar, amenazar con total comodidad y sin riesgo de verse afectados. O luego ocurren casos realmente surrealistas. Cuentas anónimas de trincheras contrarias enfrentadas en feroz disputa de insultos, a cual más infames. Bots contra bots.
En fin, sobre el particular, dos dichos heredamos de las generaciones anteriores: (1) nunca publiques de manera anónima aquello que no puedas escribir con tu firma y (2) jamás pongas por escrito aquello que no puedas sostener cara a cara.
El espíritu que hoy anima a las mentes más lúcidas de nuestra aldea global en este campo, lejos de buscar la censura, se enfoca en la claridad. En combatir la desinformación, las noticias falsas, el ciberacoso y el terrorismo informativo, haciendo que los usuarios respondan por cualquier contenido ilegal. Y no es censura, se llama transparencia.