Por Agustin Peña Cruz | NoticiasPC.com.mx |
CIUDAD ALTAMIRA, Tamaulipas.
En la mañanera, número 215, el presidente municipal de Altamira, Armando Martínez Manríquez, dejó claro que su prioridad es mantener la capacidad de respuesta del gobierno local y la credibilidad institucional. Lo hizo luego de escuchar la denuncia ciudadana sobre la omisión de funcionarios municipales.
Durante mi intervención como vecino y periodista, expuse el deterioro crónico del drenaje sanitario en una zona cuya urbanización supera las dos décadas. Señalé que, pese a los esfuerzos del alcalde por atender el rezago histórico que arrastran colonias edificadas sin estudios hidrológicos adecuados —como ocurre también en Arboledas o Las Palmas—, la falta de seguimiento por parte de directores y subdirectores impide que las instrucciones se ejecuten con la puntualidad que exige el servicio público.
La situación en Paseo Real es más que un trastorno urbano: se ha convertido en un riesgo de salud pública. Aguas negras que brotan sin identificar su origen, encharcamientos recurrentes y contaminación persistente en un vado natural configuran un foco de infección que requiere intervención constante mientras se determina una solución de fondo. Aunque recientemente se envió un camión Vactor, las evidencias de derrames continúan, como muestran las fotografías remitidas a áreas municipales.
La problemática no se limita al drenaje. Se trata, también, de un debilitamiento del mando institucional cuando las órdenes directas del presidente municipal no se ejecutan. El contexto se volvió aún más relevante tras recordar que la semana pasada señalé públicamente al subdirector de Obras Públicas, Ramón Pedro Regalado Martí, por no atender una instrucción prioritaria. Hecho que, lejos de ser anecdótico, exhibe la desconexión entre las decisiones del alcalde y la actuación de algunos servidores públicos.
En la réplica del alcalde, Armando Martínez: “Es grave que exista la percepción de que doy una instrucción y no se cumpla”, afirmó. “Eso vulnera la autoridad del presidente y no puede ser posible. Si eso pasa, se pierde la confianza en la institución. Los servidores públicos que trabajan conmigo saben que no tolero ese tipo de conductas, y ya hay suficientes ejemplos de quienes se han ido por no entender el papel que desempeñan”.
La postura de la máxima autoridad en el municipio refuerza una premisa fundamental en la administración pública: la eficacia no depende solo del liderazgo, sino de la cadena de mando que ejecuta las decisiones.
Hay que recordar que Altamira, es un municipio donde el rezago urbano es resultado de prácticas constructivas deficientes acumuladas durante décadas, omitir una instrucción no es un desacierto burocrático, sino una falla que afecta directamente a miles de familias.
Por lo que, el alcalde anunció que revisará personalmente el caso y reiteró que no permitirá, ahora ni en el futuro, que un funcionario desacate una orden emitida desde su oficina. Una advertencia que, en el contexto de la gobernanza local, marca una advertencia inequívoca: la tolerancia a la indisciplina administrativa llegó a su límite.







