viernes 20 de septiembre de 2024, Ciudad Victoria, Tamaulipas

Amos Oz, crítico del Estado de Israel, fallece el día de hoy

La muerte de Amos Oz deja un importante hueco en la literatura pero también en el compromiso pacifista de artistas que como él, David Grossman, Abraham B. Yehoshúa o Etgar Keret han criticado abiertamente a su país, Israel, pero permaneciendo fieles a sus raíces. El compromiso político de estos autores ha sido siempre abierto y claro en…
Por Crónica Digital MX
diciembre 28, 2018

La muerte de Amos Oz deja un importante hueco en la literatura pero también en el compromiso pacifista de artistas que como él, David Grossman, Abraham B. Yehoshúa o Etgar Keret han criticado abiertamente a su país, Israel, pero permaneciendo fieles a sus raíces.

El compromiso político de estos autores ha sido siempre abierto y claro en contra de la violencia y a favor de una solución pacífica y negociada al interminable conflicto que enfrenta a israelíes y palestinos.

Todos ellos han vivido de cerca esta lucha intestina -Grossman perdió a su hijo Uri, de 20 años, durante la Guerra del Líbano-, han sufrido críticas y amenazas de muerte por mantener, desde sus postulados de izquierda, un enfrentamiento abierto con las autoridades israelíes, y lo han hecho sin abandonar el territorio de un país que defienden más allá de sus políticas.

Amos Oz era cofundador del movimiento Paz Ahora, creado en 1978 por un grupo de 348 soldados y reservistas israelíes que escribieron una carta abierta al primer ministro Menahem Begin pidiendo que no perdiera la oportunidad de firmar la paz con Egipto, lo que se logró en 1979.

Pero Paz Ahora se dio cuenta muy rápidamente de que la única solución total al conflicto de la región era la creación de dos estados: Israel y Palestina. Este era el principal reclamación de este movimiento y del grupo de intelectuales israelíes encabezados por Oz.

Uno de los momentos claves de este activismo fue cuando en agosto de 2006 instaron al Gobierno israelí, entonces encabezado por Ehud Olmert, a que aceptara un cese al fuego en la guerra del Líbano. Solo dos días después de ese llamamiento, Uri, el hijo de Grossman, murió en una operación militar.

Lejos de cejar en su compromiso, estos intelectuales continuaron con sus críticas y un año después pidieron de nuevo a Olmert, en un manifiesto, que negociara un alto al fuego con el grupo extremista palestino Hamás.

En el documento tachaban de “intolerables” los “continuos ataques” con cohetes artesanales lanzados desde Gaza contra Israel por milicianos palestinos, pero también recordaban que el Estado judío “ha negociado en el pasado con sus peores enemigos”.

Por ello, pedían a Olmert que iniciara un diálogo con Hamás, al que boicotea la comunidad internacional, con el objetivo de “alcanzar un alto el fuego total sin condiciones previas”.

Fue el mismo año en el que Oz recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en reconocimiento a “la defensa de la paz entre los pueblos” que hacía en su obra, así como por “la denuncia de todas las expresiones del fanatismo”.

“Amo a Israel incluso cuando no me cae bien, incluso cuando tengo ganas de enterrarlo”, dijo entonces Oz. Unas declaraciones similares a las de sus compañeros de activismo.

A juicio de Grossman (Jerusalén, 1954), los dirigentes de Israel ha cometido “error tras error” y considera “casi ridículo y absurdo ver cómo el Gobierno hace lo que no tiene que hacer. Hace lo que hace justo cuando no tiene que hacerlo.”

Mientras que Yehoshúa (Jerusalén, 1936) ha cargado en numerosas ocasiones contra el muro “discriminatorio” construido por Israel para aislar a los palestinos y ha reiterado que se debería volver a las fronteras de 1967.

Y Keret, que a sus 51 años pertenece a una generación mucho más joven, va más allá al asegurar que israelíes y palestinos “creen que tienen el monopolio del sufrimiento, que solo ellos tienen derecho a sufrir”, sin tener en cuenta a sus vecinos.

Pero si alguien ha reflejado bien en su obra esa ambigua relación con sus país, su cultura y su ideología ha sido Amoz Oz, como señaló en su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

“Creo en la literatura como puente entre los pueblos. Creo que la curiosidad tiene, de hecho, una dimensión moral. Creo que la capacidad de imaginar al prójimo es un modo de inmunizarse contra el fanatismo. La capacidad de imaginar al prójimo no sólo te convierte en un hombre de negocios más exitoso y en un mejor amante, sino también en una persona más humana.

Parte de la tragedia árabe-judía es la incapacidad de muchos de nosotros, judíos y árabes, de imaginarnos unos a otros. De imaginar realmente los amores, los miedos terribles, la ira, los instintos. Demasiada hostilidad impera entre nosotros y demasiada poca curiosidad”.

Fuentes: EFE/24 Horas