Es indignante, deprimente y desastroso ver la forma en que nuestros viejos se forman en los bancos para cobrar una mísera pensión, producto de más de 30 años de trabajo constante, y que no son bien remunerados porque no se ha considerado la importancia de una política de justicia social en la población mexicana.

Recordamos aquellos días en que una esposa (viuda) de pensionado cobraba pensiones de 1500 o 2 mil pesos mensuales, y con eso debía aprender a vivir decorosamente, cuando los gastos bajos de un hogar rozaban los 5 a 7 mil pesos.

Prácticamente imposible resulta vivir de una pensión o jubilación, y es por ello por lo que miles -millones- de mexicanos dejamos de pensar en jubilarnos cuando ya estamos en edad de merecer esta prestación, o porque ya tenemos el tiempo suficiente en cuanto a labores para considerar que sea una jubilación justa.

Y las instancias de jubilación hablan de millones de jubilados en el país, pero no se habla de lo injusto que resulta el dejar de trabajar en forma activa, y vivir de lo que nos dan, que bien parece una limosna lejos de ser una prestación social.

Sin lugar a duda es uno de los muchos retos que tiene la administración que sustituirá a la que hoy disfruta de los beneficios del poder, y que ha asegurado el futuro de algunos mexicanos, aunque no es precisamente lo que la población busca.

Ha asegurado el futuro de quienes fungen como legisladores -diputados y senadores- al entregarles salarios insultantemente generosos que no reflejan el poco o nulo esfuerzo que hacen estos 500 mexicanos por merecerlo, o por ganarse un peso extra en una charla: todo lo cobran y de todo quieren sacar raja.

Es precisamente el esfuerzo que debe hacer nuestra autoridad municipal, estatal y federal en el sentido de que merece la gente que ha trabajado retirarse con un ingreso digno, que no sea una limosna que se recoge mediante tarjeta bancaria y que posteriormente, no sirve para nada.

Cierto: hay una ley de pensiones, pero no nos podemos engañar y dejar de pensar en lo injusto que resulta acogerse a esta ley, porque con lo que nos toca por una vida de trabajo no refleja la justicia social que tanto manifiestan los niveles de gobierno.

Y es que hay grandes necesidades en el hogar de los pensionados, que lejos de mejorar, empeoran porque tienen que pagar mucho pero mucho dinero en medicamentos que la autoridad sanitaria no les proporciona, y que deben sacar de alguna parte porque no pueden dejar el ingreso por ningún motivo.

Ha habido personas en las legislaturas que promueven una idea de pensión, un plan o algo por el estilo que garantice que no nos quedaremos sordos para esto, ya que, de hacerlo, tendríamos que quedarnos apalabrados, helados, horrorizados.

Entonces, nos gustaría que esa clase de servidores que se sirvieron a manos llenas para vivir ellos, sus hijos, nietos y bisnietos “pensionados” nos regalen unos minutos y reflexionen acerca de la necesidad que existe. Esta necesidad habla de un ingreso justo, de servicios médicos completos y justos, y de la tranquilidad que uno como viejo necesita y que debe consultar y conquistar.

Urge, en serio, una nueva ley de pensiones, avalada y apoyada por un sustento económico capaz de hacer frente a las demandas de este grupo social que cada día es mayor en México, y que realmente nos ocupa, pero que tiene ingresos que no corresponden a su forma de vida, sus necesidades y requerimientos básicos, pero que es tan necesario como quizá de los más importantes de la plaza.

Podrían los futuros deputados y senadores, antes de pensar u

En un chapulineo que harán seguramente cuando lleguen al cargo, en hacer justicia social para los jubilados, el grupo que dentro de pocos años será el más grande y problemático del país.

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